Dedo señalando la nariz de un gato gris.

¿Por qué no deberíamos castigar a nuestros gatos? ¡Una experta en gatos felices nos lo explica!

Cuando se trata del aprendizaje y el adiestramiento de los gatos, uno de los temas más debatidos es, sin duda, el uso del castigo para corregir comportamientos felinos no deseados. Aunque para muchos cuidadores parece evidente que los animales deben ser corregidos adecuadamente, los expertos en comportamiento felino —respaldados por la ciencia más reciente— están convencidos de que disciplinar a nuestros gatos no es tan sencillo ni apropiado.

Aunque castigar a un gato puede suprimir ciertos comportamientos no deseados a corto plazo, con frecuencia provoca sensaciones desagradables como estrés y ansiedad. Con el tiempo, esto también puede desencadenar problemas de comportamiento a medio y largo plazo, a veces incluso peores que el comportamiento que se intentaba corregir.

¿Qué significa disciplinar a un gato?

Técnicamente hablando, castigar a un gato significa intentar reducir un comportamiento específico —normalmente uno “no deseado”— provocando sensaciones negativas en el gato cuando ese comportamiento ocurre.

Por ejemplo, cuando un gato maúlla repetidamente y se le rocía con agua en la cara, o cuando muerde y se le encierra en el baño como castigo, estas consecuencias están diseñadas para provocar una sensación desagradable. Cuando un gato aprende a asociar sus comportamientos con estos resultados —como ser rociado con agua o encerrado en el baño—, es posible que deje de maullar o de morder para evitar sentirse así.

Así que sí, es posible aprender mediante el castigo. Pero el problema de reaccionar de esta forma cuando tu gato muestra comportamientos “indeseados” es que puede provocar efectos secundarios negativos o reacciones no deseadas en tu gato.

gato Maine Coon tumbado con las patas alrededor de un spray de agua.

Castigar a los gatos en la práctica

Veamos el ejemplo de un gato que orina fuera del arenero, concretamente en el sofá. Cuando esto ocurre, muchos cuidadores reaccionan regañando o castigando a su gato. Al hacer esto, es posible que el gato deje de orinar en el sofá debido a la sensación negativa que le provoca la reacción del cuidador. Al comprender esa asociación, el gato llega a la conclusión de que ese comportamiento no es una buena elección.

Sin embargo, no podemos olvidar los efectos secundarios que provoca el aprendizaje mediante el castigo. Los gatos pueden sentirse tan frustrados por el castigo que, al ser corregidos, pueden comportarse de forma agresiva con cualquiera que esté cerca. De hecho, estos gatos pueden llegar a tener tanto miedo del castigo que asocian los sentimientos negativos no solo con orinar en el sofá, sino con el mobiliario en general. Como resultado, pueden evitar subirse a los muebles o incluso dejar de entrar en el salón.

También puede desarrollarse miedo hacia la persona que aplica el castigo. El gato puede empezar a alejarse de sus cuidadores, rompiendo el vínculo entre humano y gato. Esto puede llevar a que sus movimientos por la casa se vean restringidos, y acaben viviendo en un estado de preocupación constante, lo que finalmente provoca estrés crónico.

Aprender a través del castigo: Una experiencia en primera persona

Cuando hablamos del riesgo de que se desarrollen problemas serios como resultado de castigar a nuestros gatos —también conocido como entrenamiento mediante disciplina— me viene a la mente una experiencia que viví hace muchos años.

Cuando era niña, asistía a clases de natación en una piscina muy grande y profunda. En una de las clases, nos colocaron en fila y nos dijeron que debíamos saltar a la piscina, uno por uno. Sin embargo, como no sabíamos nadar muy bien —y a pesar de todo nuestro esfuerzo— no lográbamos volver al borde de la piscina después de lanzarnos. Finalmente, nuestra profesora utilizaba un tubo largo, como una pértiga, para sujetarnos y guiarnos de vuelta al borde.

Al dar la orden de saltar al agua, el tono de voz de la profesora era firme y alto. Si no saltábamos, hablaba aún más fuerte, lo que nos asustaba aún más. Al caer al agua, también sentíamos miedo, porque sabíamos que teníamos que seguir nadando hasta que nos extendiera el tubo. También nos sentíamos avergonzados y humillados, ya que todos podían ver nuestra desesperación.

Gato atigrado mirando hacia una mancha de humedad en el suelo.

Efectos a largo plazo de las asociaciones negativas

Aprendí a nadar, sí, pero dejé de asistir a las clases en cuanto pude, porque la experiencia fue muy desagradable. Durante muchos años me mantuve alejada de las piscinas; con solo oler el cloro sentía un nudo en el estómago, aunque ya supiera nadar.

Ya siendo adulta, me costó varios años —y también contar con diferentes profesores— recuperar la sensación agradable de nadar. El comportamiento deseado —nadar— se enseñó, sí, pero a través de sensaciones negativas. Si no saltaba al agua, mi profesora me gritaba. Si no podía manejarme en la piscina, me ahogaba. Si no nadaba bien, me avergonzaba.

Y cada una de esas emociones desagradables trajo sus propias consecuencias negativas: los clubes de natación, las piscinas y los profesores que hablaban alto y firme se convirtieron en fuentes de miedo para mí.

A día de hoy, recordar aquella época sigue siendo incómodo, y la causa tiene un nombre: aprendizaje mediante el castigo.

Cuando castigar a tu gato oculta un problema médico

Volviendo al ejemplo del gato que orina en el sofá, si esos intentos de orinar se deben a dolor causado por una enfermedad urinaria —como una infección del tracto urinario inferior—, el castigo sólo enmascara el problema. Y lo que es peor, el estrés crónico derivado de este enfoque puede desencadenar otros comportamientos, como vómitos o acicalamiento excesivo. En cualquier caso, incluso si el sofá deja de ser usado, el gato puede simplemente elegir otras zonas inadecuadas para orinar, como camas o alfombras.

Gato atigrado sentado en el regazo de un hombre.

 

Una forma más amable y eficaz de educar a los gatos

En resumen, no merece la pena castigar a un gato para corregir comportamientos felinos no deseados. Este método de corrección no es sencillo, ni preciso, ni inofensivo.

En su lugar, debemos reconocer que el mejor enfoque consiste en fomentar y reforzar los comportamientos positivos —por ejemplo, mejorando las condiciones del arenero para adaptarlas a las necesidades y preferencias del gato en casos de eliminación inadecuada. Al mismo tiempo, es importante identificar las causas exactas del comportamiento no deseado, hacer cambios en el entorno y utilizar productos que ayuden a los gatos a sentirse más seguros en su entorno (por ejemplo, FELIWAY Optimum enchufado en su habitación favorita).

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